Perros y gatos, los amigos más gratos

Adoptar y no comprar animales de compañía es responsabilidad ambiental. Atenderlos y hacerlos visibles es un acto de humanidad.

Todos los humanos deberíamos tener como principio y filosofía de vida el cuidado, la protección y el respeto por todos los animales. Quiero hablar, en particular, de aquellos seres sintientes que son nobles con nosotros y que mejoran nuestra existencia. Los que terminan siendo, a veces, la única compañía de muchas personas solitarias en el mundo. Esos que se convierten en un miembro más de la familia, que son leales y que siempre nos demuestran su amor incondicional. 

Sí, hablo de los animales de compañía, un pequeño grupo de la fauna doméstica. 

Para algunos son solo perros o gatos. Para otros, animales de compañía. Para mí son la fiel representación y expresión de la nobleza de Dios hacia nosotros -a través de la naturaleza- de manera activa, visible, tangible y viva.

Quienes disfrutamos de una infancia acompañados de hermanos, amigos y familia sabemos que en muchas de las historias aparecen las imágenes de algún Lukas, Tony, Cásper, Lulú, Merlín, Chavela u otros. Y con solo mencionar sus nombres, una sonrisa nos delata los recuerdos felices en los que ellos han sido protagonistas.

Sin embargo, no todo es tan grato para ellos. Se ha señalado que existen 600 millones de perros y de gatos abandonados en las vías del mundo. Y, según la Universidad de La Salle, en Colombia puede haber más de un millón de animales en esa situación. En 2019, por ejemplo, se estimó que solo en Bogotá había 150.000 en las calles, una cifra que se ha agudizó en todo el país por causa de la pandemia, por encontrarse en condiciones de abandono, debilidad y -en términos generales- en estado de vulnerabilidad.

“El Código Penal colombiano, en su Artículo 339A, tipifica como delito el maltrato animal. Por medio de la Ley 1774 de 2016, se incluyó, en el citado código, toda conducta que cause la muerte o lesione gravemente a los animales”. (Sandra Liliana Ramón 2023)

El control poblacional tanto de perros y gatos debe ser una política de Estado. Si bien es cierto que cada día somos más las personas que tenemos consciencia de la protección de estos, son muchos los que están aún en la calle por quienes se han negado a ser más felices con gratos inquilinos de cuatro patas.

“La ley del maltrato animal cambió la manera de ver a los animales y los reconoció como “seres sintientes”, una valoración jurídica con la cual se protege la vida, la integridad física, y la integridad emocional de los animales, según lo establece el Título XI A del Código Penal”. (Sandra Liliana Ramón 2023)

Es necesario tener políticas públicas claras respecto a los temas de bienestar animal, no solo en Colombia, es una responsabilidad mundial. He ahí la importancia de trabajar en los programas de adopción y principalmente de esterilización, además de la atención para evitar su maltrato, más aún cuando las camadas que pueden tener tanto los felinos como los canes pueden ser de -al menos- entre dos y cinco crías.

Hasta los líderes más poderosos del mundo han contado con un animal de compañía. Algunos ejemplos son el presidente de Rusia, Vladimir Putin; la Reina Isabel II de Inglaterra y el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama. Nuestro país no ha sido la excepción: los expresidentes Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe hacen parte de la lista de mandatarios que han contado con estos amigos entre sus familias.

Muchos justifican las circunstancias que motivan el abandono de sus animales de compañía en razones de tiempo, económicas y hasta ausencia de espacio en sus hogares. No obstante, los perros y gatos de la calle padecen hambre, las inclemencias del clima y enfermedades gastrointestinales, dermatológicas y respiratorias. Nuestra indiferencia se traduce en desnutrición y maltrato, hacia estos seres indefensos. 

Las sociedades hemos sido indiferentes, en algunas ocasiones, con los habitantes de calle, quienes tienen la capacidad de discernir y la habilidad para hablar. Si así somos con nuestros pares, podríamos ser peores con los que no se pueden comunicar, como es el caso de la fauna doméstica. Adoptar y no comprar es una responsabilidad ambiental. Atenderlos y hacerlos visibles es un acto de humanidad.

El maltrato a los animales debe ser judicializado. Las multas y sanciones penales que establece nuestro ordenamiento jurídico son insuficientes para la crueldad que ellos pueden padecer. Soy consciente de las buenas intenciones de la Fiscalía para sancionar a quienes cometen estos actos, pero es necesario que pasen a un primer plano, como sucede con los delitos contra la vida y el patrimonio. 

Entre todos podemos escuchar, construir y nunca dividir para lograr un país y un mundo más amigable con el medio ambiente y la protección de los animales de compañía, pues ellos lo merecen. 

 

Esta columna fue publicada originalmente en la Revista Semana: Perros y gatos los amigos más gratos