Más veeduría a la construcción

En un país en vía de desarrollo como Colombia, las juntas urbanísticas son fundamentales para planificar y construir ciudades amigables con el medioambiente y con una infraestructura que respete la normatividad.

La capacidad de las personas de desarrollar ideas inicia con el deseo para luego llevarlas a la realidad. Es ahí cuando aparecen los temas técnicos y con ellos los ingenieros, arquitectos, calculistas, diseñadores y constructores, entre otros, para darles vida a los diferentes proyectos como puentes, vías, edificios, casas e infraestructura de uso público y privado.

La planificación del territorio, en cabeza de las gobernaciones y alcaldías, no siempre está a la orden del día, pese a que existan Planes Básicos (PBOT), Planes de Ordenamiento Territorial (POT) y Planes Maestros, en ocasiones aparecen actores –casi siempre privados- que tienen la capacidad de modificar lo que se proyecta y ejecuta desde la institucionalidad, desconociendo los análisis técnicos y deliberaciones que adelantaron -en muchas ocasiones- los órganos colegiados, como las Asambleas y Concejos. 

Todos podríamos ser parte de la solución, teniendo consciencia de que detrás de cualquier intervención en infraestructura pueden surgir impactos adversos, lo que nos lleva a hablar de adaptabilidad y de gestión de riesgos pues, por encima del deseo, se debe conservar el rigor técnico en los diseños y la construcción: no se trata de edificar en cualquier lugar, con una estética agradable a los ojos de todos, sino de ser responsables y reconocer que antes que todo existen ecosistemas y un entorno natural que debe ser parte integral del diseño y del proceso constructivo. Además, se deben asegurar unas condiciones urbanas mínimas, como la disponibilidad de servicios públicos y el transporte para la gente, porque posiblemente después no se podrán incorporar.

Según el programa de Indicadores de Riesgo de Desastres y de Gestión de Riesgos, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), “el riesgo de los desastres no solo depende de la posibilidad que se presenten eventos o fenómenos naturales intensos, sino también de las condiciones de vulnerabilidad que favorecen o facilitan que se desencadenen desastres cuando se presentan dichos fenómenos”. (Omar Darío Cardona 2018)

El patrimonio arquitectónico de los territorios se ve constantemente alterado y destruido para erigir edificaciones vanguardistas que, incluso, no respetan la identidad. Es por ello por lo que debemos avanzar hacia la consolidación de juntas urbanísticas que garanticen y definan la línea urbana de las ciudades, en la que se guarde una proporción y un orden en las obras, y a la par logren el cumplimiento de las normas. 

Para el doctor Cardona “los problemas de riesgo y desastres están íntimamente ligados a los procesos de desarrollo urbano, a la falta de planificación y usos del suelo”, dijo en entrevista con la IEU, de la Universidad Nacional. (Omar Darío Cardona 2018)

Por ejemplo: que los ingenieros calculistas entiendan que no solo se trata de ahorrar en los materiales y generar mayores utilidades económicas, sino que las razones éticas deben estar por encima porque su labor puede ser tan importante como la de un médico en una cirugía que, si no opera bien, todo puede terminar en una tragedia. En el caso de los calculistas o los constructores, si fallan, ponen en riesgo la vida de las personas y su patrimonio el que tanto les costó conseguir. 

Es claro que con el desarrollo se buscan nuevas zonas para construir, pero es necesario que estos lugares sean elegidos y definidos de manera responsable y consciente, evitando así que ocurran situaciones de riesgo y se generen proyectos que alteren los espacios de conectividad ecológica y funcional o, como es común, se interfieran de manera irresponsable las aguas superficiales y subterráneas que afectan de manera directa nuestro medio ambiente.

Cerca del 55% de la población mundial vivimos en las ciudades, lo que quiere decir que los riesgos para atender los eventos catastróficos se incrementarán en la medida que las conurbaciones crezcan. Ningún país está exento de un terremoto o que un edificio se derrumbe, como ocurrió recientemente en Miami, o que un puente de vehículos caiga. Y estos eventos de riesgo cada vez serán mayores por la falta de disciplina a la hora de planear. 

Existe otro factor: el cambio climático, que ha ocasionado que tengamos episodios de lluvias más extremos, con lo cual los suelos tienden a saturarse de agua y se presentan deslizamientos. De otro lado, en temporada seca, estos se erosionan y pierden estabilidad.

Por lo anterior, en un país como Colombia, que está en vía de desarrollo, deberíamos definir y crear mecanismos de exigencias para controlar a las curadurías, en relación con lo que emiten o aprueban, pues no es justo que por la falta de responsabilidad de algunos se pongan en riesgo la vida, la salud y el patrimonio de las personas. 

Entre todos, somos capaces de construir instrumentos de control social efectivos. 

 

Esta columna fue publicada originalmente en la Revista Semana: Más veeduría a la construcción