Nuestra megadiversidad, patrimonio de la humanidad
Pasarán años para obtener una respuesta de las verdaderas causas que dieron origen a un virus que nos sumergió en una pandemia. Sin embargo, es posible que este sea derivado de la intervención antrópica, el consumo o contacto directo con animales silvestres, pues estos cuentan con agentes patógenos que, al tocar a los humanos, pueden ser mortales. Para hacernos una idea de esta relación, basta con mencionar enfermedades como la toxoplasmosis, el ébola, la rabia, la leptospirosis y el SARS (síndrome respiratorio agudo), entre muchas otras.
Colombia tiene una superficie total de 2.070.408 km², repartidos en un área continental de 1.141.748 km² y una marítima de 928.660 km², donde cerca de 31 millones de hectáreas son protegidas y en las que hay más de 51.330 especies registradas, lo que hace que el país ocupe el segundo lugar a nivel mundial en biodiversidad (Batlle Cardona, 2023).
Contamos con una riqueza natural que nos debe llenar de orgullo: somos el país con la mayor diversidad de aves y mariposas en el mundo; ocupamos el segundo puesto en número de anfibios y peces de agua dulce; ostentamos la tercera posición en tipos de reptiles y el cuarto en mamíferos. Nuestro territorio cuenta prácticamente con el 10% de la biodiversidad del planeta. Incluso aquí se encuentran grandes ecosistemas con algunas variedades en peligro de extinción (Batlle Cardona, 2023).
Nuestros recursos deben ser cuidados, así como las personas cuidan sus patrimonios y, para ello, se hace imprescindible abordar una cruel realidad: el tráfico de fauna silvestre. Un inmueble, un vehículo, una caja, una maleta, una llanta, o cualquier cosa que nos podamos imaginar -y que es visible- puede ser parte de los instrumentos utilizados por los delincuentes para el comercio ilegal de especies. Los animales sufren cuando los "empacan" los someten a calores o fríos extremos, ruido, incomodidad o, incluso, asfixia. Contra ellos se cometen los actos brutales con el propósito de superar los controles de la policía y las autoridades ambientales.
Es doloroso y lamentable, pero las entidades públicas son incapaces de cuidar toda nuestra riqueza natural. Es ahí cuando se requiere del compromiso de todos, aún cuando en el negocio de fauna silvestre muchas historias terminan con la muerte del ejemplar, antes de su llegada al lugar que tienen dispuesto para su venta.
Cuando logran ser decomisados, sus procesos de rehabilitación pueden tardar años, incluso, nunca recuperar las competencias que les permitan regresar a su hábitat natural, lo que las obliga a permanecer en cautiverio el resto de su vida y de manera controlada. Hablar del cuidado por la salud de los seres humanos es una responsabilidad social. Abordar la problemática real del tráfico de fauna silvestre y de conciencia ambiental, es un acto de humanidad frente a estos seres sintientes que no tienen voz.
Las tortugas hicoteas, tortugas morrocoy, iguanas, periquitos bronceados, loras comunes, cotorras chejas, ardillas, titíes grises, micos maiceros y ranas venenosas son las diez especies más traficadas en Colombia.
Este fenómeno se da por cuatro causas principales: 1. Porque la gente los consume como alimento. 2. Porque los tienen como animales de compañía, obligándolos a vivir en cautiverio, sin una alimentación e hidratación adecuada, factores que impiden el comportamiento natural de la especie, por lo que pueden desarrollar una neurosis que los lleva a hacerse daño ellos mismos. 3. Porque son utilizados como materia prima para la fabricación de bisutería, como es el caso del caparazón de las tortugas. 4. Porque han sido usados hasta para rituales de magia negra, en los que terminan muertos.
El comercio de fauna silvestre es el cuarto delito que mueve mayor cantidad de dinero en el mundo -cerca de 23 billones de dólares al año-, una cifra que lo pone al nivel de rentabilidad del narcotráfico, la venta ilegal de armas y la trata de personas, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, citado en el Informe de ponencia para segundo debate del Proyecto de Ley de Colombia número 112 de 2022, "Por medio del cual se establecen condiciones y requisitos especiales para el transporte de fauna silvestre rescatada o decomisada" (Cámara de Representantes, 2022). A lo que se suman las incalculables consecuencias ambientales, dado que cada especie cumple un propósito especial en el equilibrio ecosistémico del planeta.
Es el caso de las aves: no solo llaman la atención de los humanos con su canto o su belleza, sino que tienen una función biológica y ecológica como dispersoras de semillas. Mientras se alimentan y viajan dejan caer semillas que luego se convierten en potenciales árboles. Así podríamos enumerar las diferentes funciones ambientales de cada ejemplar en los entornos naturales.
El mundo entero debe trabajar para evitar el tráfico de fauna silvestre, con el objetivo de eliminar actos que afectan su integridad. Son seres vivos y sintientes. Es necesario impedir la alteración y puesta en riesgo de ecosistemas como las selvas, los manglares, entre otros. Y así evitar futuras pandemias, producto de las enfermedades que nos pueden causar el contacto o consumo de estas especies de animales.
Se dice que somos los humanos quienes razonamos, pero nuestras acciones como sociedad dejan mucho que pensar.