El planeta está en cuenta regresiva
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) –que se desarrolló en Glasgow, Escocia- logró reunir a los mandatarios del mundo en función de una misma temática: la posibilidad de hablar de cambio climático. En mis reflexiones he insistido mucho en este asunto y, cómo no hacerlo, si el futuro de la humanidad depende de las decisiones racionales que hoy podamos tomar.
Estamos en cuenta regresiva para asumir un verdadero compromiso por el planeta -que hoy está entre la vida y la muerte-, a través de la búsqueda y materialización de tecnologías con las que se puedan disminuir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, además de cumplir la meta de carbono neutralidad al 2050.
Y aunque muchos argumentan que es muy difícil eliminar la dependencia de los combustibles fósiles para la generación de energía, actualmente existe la forma de lograrlo. La razón real que hay detrás para no hacer la transformación son los factores económicos de los países para la generación de tributos y riqueza de algunos sectores empresariales.
Es legítimo que se propenda por un desarrollo en el que las industrias juegan un papel importante para la sostenibilidad económica de la región, pero que no se ponga en riesgo la biodiversidad y hasta la misma existencia humana por no actuar responsablemente.
Coherencia es hacer una transición a las nuevas posibilidades, como es el hidrógeno azul y la consolidación de una verdadera canasta energética verde donde, incluso, los distribuidores de combustibles tengan la capacidad para adaptar sus unidades de negocio a la nueva realidad y a las necesidades medioambientales del mundo, sin ser un impedimento para el cambio.
Es posible lograr procesos limpios, óptimos y eficientes en la producción. Y también hay alternativas para compensar la contaminación ambiental ocasionada por el sector industrial que permiten reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero y aportar a la carbono-neutralidad.
En Glasgow, en la COP26, pudo estar representada la humanidad entera, a través de sus líderes, pero si no hay coherencia entre lo que se dice y se hace, difícilmente podremos detener el impacto de la pérdida de la biodiversidad y nuestra propia extinción.
Hoy muchos países no tienen información confiable o actualizada frente a sus estudios de fuentes de emisiones. Y tampoco tienen datos sobre sus matrices energéticas y productivas. Falta transparencia con las demás naciones que han hecho la tarea y que quieren hacer una transformación en beneficio del medioambiente.
Ahora bien, ¿qué oportunidad podrían tener los territorios que le apuestan al cambio, en relación con los que no quieren reducir las emisiones? No es sensato que no estén comprometidos, bajo la disculpa de que las grandes potencias están ausentes o siguen contaminando. Por eso, se hace necesario tomar acciones, como desestimular el mercado comercial e imponer altos aranceles a sus productos a la entrada de cada territorio que ha implementado un plan de trabajo para mitigar o adaptarse al cambio climático.
Sin embargo, otra pregunta que deberíamos formular es: ¿qué hacer con los países pobres que quieren actuar, pero que no tienen las posibilidades económicas para lograrlo?
Una vez hecho este planteamiento, pasemos a Colombia, donde se debe apuntar a la generación de dólares limpios en términos ecológicos:
Una tonelada de CO2 aquí es igual a una tonelada de CO2 en China. Pero un millón de dólares en Colombia es diferente a un millón de dólares en Estados Unidos cuando se trata de invertir en la mitigación y reducción de generación de Gases de Efecto Invernadero. Aquí tenemos ventajas competitivas sobre otros países, debido a que se pueden maximizar los beneficios ambientales con menos recursos. Por ello, necesitamos de la voluntad de actores relevantes y con las más altas capacidades, para lograr verdaderas transformaciones ambientales, sociales y económicas y así contribuir a soluciones de alcance global.
Solo basta un pequeño espacio de trabajo para definir una ruta clara donde se generen ideas que se puedan convertir en realidades. ¡Es hora de actuar! Entre todos podemos construir un mundo con un futuro sostenible y promisorio.