Pilas todos, pongámonos abejas

01.02.2024

Se calcula que a nivel mundial existen al menos 20.000 especies de abejas. Sin diferenciar su tamaño, su papel en el mundo es tan importante que merecen todo el reconocimiento de la humanidad: son garantía de la seguridad alimentaria, a la vez que proporcionan servicios ecosistémicos claves para la agricultura y la regeneración de los bosques.

Por lo general minimizamos lo que realmente significan, pues casi todos -de una manera ignorante- las describimos como un insecto chico, de color amarillo y negro, que produce miel y que tiene un aguijón que pica. No obstante, no todas tienen aguijón, ni pican, ni producen miel. Incluso no todas viven en colmenas, la mayoría de las especies son solitarias. Pero tienen características que a simple vista no logramos observar y reconocer, por esa razón necesitamos visibilizarlas y cuidarlas, pues son imprescindibles.

Pequeñas en tamaño, pero grandes en capacidad, tienen una habilidad que es comúnmente desconocida por las personas: la polinización, un acto mágico que se asocia al transporte del polen para la fecundación de las flores, aquel que permite la formación de frutos y la producción de semillas y alimentos para nosotros y los animales.

Para ser específicos: el polen es el gameto masculino, que se encuentra en los estambres de las flores y necesita ser transportado a otras. Las abejas son su principal aliado para esta labor. Una vez el polen cae en el estigma de la flor, que es su órgano femenino, se da paso al acto asombroso de la fecundación.

Se estima que una sola abeja visita cerca de 100 flores al día, por lo que se les considera las reinas de la polinización. Si estas dejaran de existir se produciría escasez de alimentos, seguida de la extinción de los animales y nuestra especie.

Esto último podría ocurrir en menos de cuatro años a partir de su desaparición, según cálculos de algunos expertos. Un dato curioso: estos animales hacen parte del grupo de los antófilos, término que se deriva de anthophila, vocablo del idioma griego que significa amante de las flores.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 20 de mayo el Día Mundial de las Abejas para recordar la importancia y los beneficios que estas han aportado a los seres vivos, las plantas y el planeta. Pero el mundo tiene el reto de buscar su protección, pues cada día desaparecen sus hábitats. Greenpeace, por ejemplo, ha señalado que el 75% de los cultivos alimentarios del mundo dependen en parte de la polinización y no hemos tomado conciencia de la gravedad en la disminución de sus poblaciones. "Se ha calculado que el valor económico de la labor de polinización de las abejas y otros polinizadores para la agricultura es de unos 265.000 millones de euros anuales en todo el mundo, 22.000 millones para Europa" (GreenPeace, 2020).

Ahora bien, a la falta de conocimiento y conciencia ambiental suma otra amenaza, producto de la realidad de nuestro país: los procesos de fumigación por aspersión con glifosato a gran escala, como se han llevado a cabo en el pasado, y que probablemente regresarán, para la destrucción de los cultivos ilícitos –como los de hoja de coca- han sido una tragedia para el medio ambiente. No solo están afectando y degradando nuestros bosques, también la vida de las abejas que mueren intoxicadas. El narcotráfico genera un doble daño; el social, frente al cual el Estado actúa para intentar reponerlo. Y el ambiental, una realidad sobre la que no estamos trabajando para enmendarlo. La reiterada solicitud de organizaciones como GreenPace (2019) "… deben ponerse en marcha planes integrales de acción para salvar a las abejas y otros polinizadores. La solución definitiva es la adopción de la agricultura ecológica como única vía para una producción de alimentos respetuosa con todos los habitantes del planeta".

Uno de nuestros retos como sociedad es comprender que con nuestras actividades cotidianas ponemos en riesgo nuestra biodiversidad, pues los procesos están en función de la economía: cultivar de manera rápida con abonos que pueden ser nocivos para la tierra y usar químicos para fumigar los sembrados son ejemplos de ello. No tenemos en cuenta los impactos ambientales que, a la larga, se traducen en costos económicos para intentar revertir el daño que hemos ocasionado e, incluso, para reemplazar –a través de la tecnología- los servicios ecosistémicos que nos aporta la naturaleza de manera gratuita, como sería el caso de los polinizadores.

Si su población continúa disminuyendo, lo que se viene es una tragedia para la humanidad, pues estará comprometida la seguridad alimentaria del mundo y esto afectará tanto a los seres humanos, como a otras especies que contribuyen en el equilibrio natural del planeta.

Cuando las veas en espacios que pueden ser incómodos para ti, no las ataques ni las quemes, es posible reubicarlas. Date la oportunidad, incluso, de construir hoteles para ellas.

En términos ambientales podríamos sostener que nada es fortuito, de ahí la importancia de entender y reconocer que cualquier ser vivo en nuestro planeta, por pequeño o grande que sea, cumple una función única en el equilibrio ecosistémico que nos beneficia a todos.

¡La conciencia ambiental debe ser un principio en nuestra sociedad y debe prevalecer sobre los intereses económicos!