Los rellenos sanitarios, sumidos en normas ineficientes y obsoletas
Desde que amanece hasta que anochece consumimos y, en consecuencia, generamos residuos sólidos. Son dinámicas de nuestra cotidianidad por lo que, a nuestros ojos, ya es común ver en los camiones recolectores las montañas de basura que generamos en nuestros hogares y lugares de trabajo, sin tener en cuenta las graves consecuencias ambientales que esto trae y los intereses de algunos sectores de no proporcionar una solución definitiva o por lo menos una con capacidad de mitigar el impacto.
Cada año el planeta produce más de 2.010 millones de toneladas de desechos y, según el Banco Mundial, solo el 16% son recicladas.
Se proyecta que la rápida urbanización, el crecimiento de la población y el desarrollo económico harán que la cantidad de desechos a nivel mundial aumenten en un 70% en los próximos 30 años si no se toman medidas urgentes. Un futuro donde convivir con basura podría ser la nueva normalidad. (Banco Mundial, 2018)
En el caso de Colombia, generamos cerca de 12 millones de toneladas al año, indicó la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios en el Informe Nacional de Disposición Final de Residuos Sólidos en 2022, de las cuales solo se recicla, al año el 17%. (Portafolio, 2021). Y debido a las prácticas consumistas, propias de la economía de las ciudades grandes e intermedias -principalmente-, las cifras van en aumento, como ha sucedido en los últimos años.
La disposición final de los residuos sólidos del país está concentrada en Bogotá, con 6.366 toneladas al día, y en tres de los 32 departamentos: Valle del Cauca, con 3.592; Antioquia, con 3.575 y Atlántico, con 2.387 toneladas diarias. Lo que representa, entre las cuatro ciudades, cerca del 51,5% del total de la nación.
Esto nos obliga a continuar trabajando por construir territorios con ciudadanos más conscientes sobre el impacto ambiental que tienen sus acciones diarias y con empresas más responsables con el planeta en toda su cadena de producción, distribución y comercialización.
Un pequeño reflejo de que ese es el camino que debemos tomar, sin la intención de generar sesgos sobre algún sector de la economía, es lo que ocurre con las cremas dentales: la mayoría de estas son vendidas en una caja de cartón que no cumple ningún propósito ni le agrega valor o calidad al producto, todo lo contrario termina enterrada debajo de millones de toneladas de residuos. Solo eliminar ese empaque y el de miles de bienes que encontramos en el mercado, traería grandes alivios ambientales en la medida que se genera menos basura y se deforestan menos bosques.
El marketing que utilizan las empresas para vender debe empezar a priorizar la protección del medio ambiente frente a la publicidad meramente atractiva a la vista.
Adicionalmente, desde las instituciones del Estado se debe insistir en la formulación de políticas públicas sobre el tema en particular y en asertividad al momento de comunicarlas. Los plásticos de un solo uso –como las bolsas- son una muestra de ello. En este caso, el objetivo principal fue restringir al máximo su utilización. Sin embargo, trajo consigo la fabricación desmedida de las bolsas de papel, que generan una mayor huella de carbono porque, para producirlas, se utilizan grandes fuentes de energía y agua, según un estudio realizado por la Asamblea de Irlanda del Norte en 2011. A la larga, la contaminación es peor pero la forma es distinta.
Las empresas prestadoras del servicio de aseo también deberían mejorar a la hora de difundir los mensajes pedagógicos dirigidos a la ciudadanía. En la actualidad vemos que cuando pasa el carro recolector no hay una separación de las basuras, pese a que ya existe la tecnología que permite tener al interior de estos tres compartimentos que divide los residuos adecuadamente. Todo termina en el mismo lugar, desmotivando el esfuerzo de muchos ciudadanos que separan los desechos desde la fuente, en una actividad que posiblemente incluyeron a los menores como una forma de educar.
Cincuenta años después de que se conociera el símbolo universal del reciclaje –el triángulo compuesto por tres flechas, como representación de un ciclo que no tiene fin- aún no logramos que estas tres simples acciones sean la regla de oro a la hora de disponer los residuos en los hogares colombianos. (WWF, 2022)
No obstante, no podemos desconocer que lo expuesto va ligado a cómo está concebida y regulada, normativamente, la actividad y la forma como se liquida la tarifa de aseo. La norma termina facilitando la llegada del mayor número de toneladas a los rellenos sanitarios y no fomenta de manera real y decidida la separación, porque el giro ordinario del operador no es reciclar, generar alternativas para disponer los residuos ni aprovecharlos; es ingresar camiones repletos de basura, que después será enterrada porque es lo más rentable.
Esta dura realidad es una invitación para que los futuros gobernantes aborden la discusión con gallardía y con el compromiso decidido de promover políticas responsables para el manejo de los residuos sólidos de forma articulada, donde exista un espacio de entendimiento entre la ciudadanía, los operarios de reciclaje, los prestadores de los servicios de recolección de los residuos sólidos y los operadores de los rellenos sanitarios, en función de ser propositivos para cuidar el medio ambiente.
El bajo nivel de reciclaje existente desde la fuente (casas, fábricas) genera constantemente crisis en los rellenos sanitarios por factores como la falta de espacio para disponer los residuos. El problema tiende a empeorar en los próximos cuatro años, pues se estima que 321 rellenos del país cumplirán su vida útil. (Semana, 2020)
Hemos dejado en manos de los ciudadanos y de sus limitadas posibilidades el manejo responsable de los desechos. Es por ello por lo que debemos trascender y disponer un ordenamiento jurídico donde prime la reducción real de: 1. la generación de basura y 2. la llegada de esta a los rellenos.
Así las cosas, sería importante que nosotros, los ciudadanos -cada vez que hagamos uso de nuestro derecho constitucional del voto para elegir presidente, congresistas, gobernadores, diputados, alcaldes y concejales, elijamos de manera responsable a líderes que presenten propuestas claras, posibles y contundentes para enfrentar los retos ambientales, en vez de los que representan ideas retrógradas, que desconocen temas de impacto mundial como el cambio climático –así como ocurrió en Estados Unidos con el expresidente Donald Trump.
¡No podemos seguir con ideas y discursos que no se materializan por falta de voluntad política!
Parte de la solución, según ha señalado GreenPeace, radica en educar de manera adecuada a las personas sobre la gestión de residuos sólidos y en implementar modelos de consumo circulares, que se asemejan a los ciclos naturales de la tierra. En ese sentido, nuestras acciones deben ir en consonancia con los procesos biológicos que ocurren a nuestro alrededor, cambiando nuestro estilo de vida.
El mundo está afrontando una situación que no da espera y el inadecuado manejo de las basuras y los rellenos sanitarios nos han dejado con una deuda no solo ambiental, sino moral, con las futuras generaciones y con nosotros mismos. Enfrentamos una batalla que, al parecer, estamos perdiendo.
¿Cuál es nuestro aporte para salvar al planeta?