El agua más que H2O es vida

01.01.2024

Dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno -H2O- es la composición química del agua, el preciado líquido que ha logrado marcar el origen de toda la vida y que aparece en el Génesis de la Biblia católica como el lugar desde donde Dios decidió dar principio al mundo de manera habitable. En su estado puro es transparente, incoloro e insípido y, por encima de muchos recursos naturales, es indispensable para la subsistencia de los seres vivos.

La superficie del planeta está cubierta en un 70% por agua y el 30% por tierra. Sin embargo, de ese primer porcentaje, solo el 2,5% es dulce, la única apta para el consumo humano, y se concentra principalmente en glaciares, casquetes polares, el 96% en zonas subterráneas y –una pequeña fracción- en la atmósfera, lo que quiere decir que es tan escasa que no alcanzamos a comprenderlo.

A estos datos se le suma que de los 8.000 millones de personas que hay en el mundo, 2.000 millones no tienen el recurso hídrico potable, mientras que otros 3.600 millones carecen de sistemas de saneamiento seguros, lo ha señalado la UNESCO en su último informe de 2023.

Se prevé que la población urbana mundial que sufre escasez de agua se duplique, pasando de 930 millones en 2016 a 1.700-2.400 millones de personas en 2050. La creciente incidencia de sequías extremas y prolongadas también está estresando los ecosistemas, con consecuencias nefastas para las especies vegetales y animales. (UNESCO/D BONAZZI, 2023)

Como es sabido, el líquido es vital para que perdure la especie humana y todos los seres vivientes, es fundamental en todos los procesos productivos, tanto económicos, como de nuestra actividad diaria. No obstante, conociendo su importancia, hemos cometido errores al no priorizar su preservación y planear mal los territorios: la falta de cultura ambiental ha permitido construir ciudades materializadas a demanda de los intereses y comodidades de los individuos y de los sectores económicos y no bajo un plan que reconozca la importancia de todos los entornos naturales.

Un ejemplo claro son los centros poblados cimentados alrededor de los ríos. Fueron vistos como una oportunidad, pues su dinámica fluvial ha permitido el desarrollo comercial, al mismo tiempo que ha servido como fuente alimentaria donde –en algunos casos- se puede pescar y cultivar. Su problema radica en el crecimiento de la conurbación (es decir, el aumento acelerado de la población en las zonas urbanas), que nos ha llevado a contaminar el recurso hídrico e incluso -y de manera absurda- ha hecho ver los ríos como un espacio conflictivo en el que se han incrementado los riesgos –como desbordamientos, erosiones y socavaciones en los territorios- por la intervención desaforada de la mano humana y las obras que se ejecutan de manera indiscriminada al lado de los afluentes, sin respetar la distancia mínima que debe existir entre la fuente fluvial y las edificaciones.

La respuesta, en muchos casos, desde la ingeniería, ha sido canalizar los caudales para disminuir los eventos catastróficos. Y sí, el cambio de sus cauces y sus dinámicas pueden optimizar el aprovechamiento de la tierra, pero también tienen fuertes impactos ambientales.

Países enteros, como Colombia, han gozado de la abundancia del patrimonio hídrico, al poderlo encontrar con relativa facilidad. Esto ha hecho que las personas crean que la riqueza natural es infinita. Sin embargo, observamos cómo –y cada vez es mayor- existe el deterioro de las fuentes en relación con la escasez y desabastecimiento, debido a los cambios y afectaciones en los usos del suelo y en las coberturas vegetales que albergan las zonas de recarga de los acuíferos superficiales y subterráneos.

Un ejemplo es la situación que se evidencia actualmente en México: expertos han señalado que, si la población sigue concentrándose en los principales centros urbanos del país, para el 2030 habrá carencia de agua en las cuencas mexicanas, la misma suerte podrían correr países de Suramérica como el nuestro o Brasil. En general, solo será cuestión de tiempo para vivir los efectos de no haber sido responsables con el manejo del recurso hídrico.

Estamos a tiempo

La generación de la riqueza debe ser responsable con el medio ambiente. Y cada uno de nosotros debería reconocer las bondades que nos proporcionan la vida natural y la importancia de los ecosistemas para subsistir. Lo usual no es la llegada de agua limpia a nuestras casas y lugares de trabajo para nuestras actividades cotidianas, que luego termina vaciada por un desagüe. Lo normal debería ser que consumiéramos, produjeramos y retornáramos de manera responsable los bienes y servicios naturales.

Las construcciones actuales de vivienda, apartamentos, industrias, y las futuras podrían ser un punto de referencia para esto. Si las de mediana y gran envergadura hicieran un manejo adecuado de las aguas subterráneas y contarán con Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR), sin excepción alguna y sin depender exclusivamente de las empresas prestadoras de servicios de saneamiento, evitaríamos el vertimiento de grasas, aceites y otras sustancias químicas que pueden contaminar el preciado líquido.

Para hacernos una idea: si el agua fuera la sangre que circula por nuestras venas, el hecho de que estas sustancias caigan sobre ella es como si nos inyectamos aceite por nuestro torrente sanguíneo y luego intentamos limpiarlo, pero aun invirtiendo todo el dinero del mundo para reparar el daño causado, no lo lograríamos.

Estamos frente a una crisis ambiental global y todos estamos llamados a reconocer el medio ambiente y la dependencia que tenemos de este, no solo como la fuente de materias primas si no como la fuente de la vida en todas sus formas. Cada acto de agravio frente a ella pondrá en riesgo el bienestar colectivo.

¡El agua es más que H2O, es vida!