Que la alegría no se convierta en horror para la fauna
Diciembre es, indiscutiblemente, un mes de alegría para muchas personas. Dependiendo del lugar del mundo donde se encuentre, esta época es sinónimo de nieve, novenas o un espacio religioso en el que se celebra el nacimiento del Niño Dios. Para el comercio, por su parte, es época de abundancia y, para los jóvenes, el inicio de las vacaciones.
En cualquiera de los casos, este tiempo se caracteriza por las luces que embellecen las calles y casas, la música decembrina y los villancicos. Pero también por una práctica nefasta: la quema de pólvora.
Voladores, papeletas, totes y cebollitas causan un estallido que pone en riesgo la salud y vida de las personas, también de la fauna y el medioambiente. ¡Una costumbre como esa tiene consecuencias muy adversas!
Año tras año vemos las invitaciones para generar conciencia ambiental y evitar que diciembre nos enlute por culpa de la quema de pólvora. Entre diciembre del 2022 y el 14 de enero del 2023 se registraron 1.145 lesionados en Colombia por esta actividad, según el Instituto Nacional de Salud (INS, 2023) 354 de ellos eran menores de edad.
Estos hábitos incrementan las concentraciones de PM2.5 –material particulado menor a 2.5 micras en el aire- que al respirar tiene efectos nocivos para la salud, porque puede provocar problemas respiratorios y cardiovasculares. Aún queda por investigarse si también inciden de igual o peor manera en la fauna.
El ruido es un contaminante con peores consecuencias, a veces, para los animales. Muchas son las historias de personas que han perdido a miembros de su familia –como perros y gatos- por la pólvora. Esta actividad puede aumentar su ritmo cardiaco y frecuencia respiratoria, causándoles enfermedades nerviosas o la muerte por infarto. Incluso, pueden salir corriendo por el susto que les causa el estallido y terminar perdidos, atropellados o lejos de sus hogares. La nefasta acción humana de quemar una o muchas vidas, estimula un tipo de comercio ilegal –la venta de explosivos-, que es más común de lo que creemos.
Para el caso de la fauna silvestre las historias son lamentables: la confusión que generan las explosiones hace que las aves y murciélagos pierdan la capacidad de esquivar obstáculos y terminan chocando contra las estructuras y caen. Se lesionan las alas, patas y picos. Algunos son atropellados y otros, como resultado de una acción involuntaria que genera el ruido, tumban los huevos de los nidos o los abandonan, dejando a sus polluelos huérfanos. El resultado: disminuye el número de pájaros y se altera la sostenibilidad de los territorios.
¡Paremos ya la quema de pólvora! Hagamos que diciembre sea solo para celebrar la unión y la vida en todas sus formas y expresiones, donde no tengamos historias trágicas, como las habituales. Sabemos que en algunos casos se utiliza la pirotecnia para eventos muy especiales –como las fiestas nacionales- sin embargo, mientras le damos tiempo al cambio cultural, su venta y comercialización debe ser regulada y, las detonaciones, tener un mínimo de decibeles para que no afecten la tranquilidad de ningún ser.
Los animales son seres nobles que sienten. Por tanto, merecen que los humanos seamos su voz. Nuestras acciones muchas veces son torpes y ponen en entredicho nuestra capacidad de discernimiento. Es momento de reflexionar y también la oportunidad de no volver este mes el terror de la fauna.