Áreas Metropolitanas, la solidaridad de los esquemas asociativos
Las Áreas Metropolitanas en Colombia han avanzado como un mecanismo de fortalecimiento y consolidación de los territorios. En el país existen solo seis: la más grande, en Antioquia, que es el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), y luego están la de Centro Occidente, Barranquilla, Bucaramanga, Cúcuta y Valledupar. La ley las ha definido como esquemas asociativos de integración territorial e instancias de articulación del desarrollo municipal, sin embargo, esta descripción ha quedado corta frente a lo que realmente deberían ser.
Más que esquemas asociativos, necesitan tener una vocación de solidaridad de la ciudad núcleo hacia los demás municipios que la integran. Es decir, todos aportan y la urbe principal –al tener mayores capacidades frente a los otros- puede apalancar la transformación de los territorios, contribuyendo con los recursos económicos suficientes para lograrlo. De esta manera, se eliminan presiones al epicentro y se redistribuyen las cargas, sobre todo en materia social.
Esto representa la idea de un progreso conjunto en la conurbación, donde las fronteras visibles se pierden a medida que el territorio se mezcla cada vez más y se llega hasta el punto en el que no se logra identificar cuándo se cruza de una jurisdicción a otra. Son hechos que se evidencian en muchos lugares del país, como incluso ocurrió en Bogotá, que recientemente logró confirmar el Área Metropolitana Bogotá-Cundinamarca.
Para ser exitosa, considero que la capital del país y los sitios restantes que aspiren a crearla, como Cartagena, Cali, la región de Urabá (encabezada por Apartadó) y el Oriente Antioqueño (liderada por Rionegro), deberán cumplir las siguientes condiciones:
Delimitar con claridad cuáles son los municipios que harán parte de ella: es una responsabilidad entender que para pertenecer a las Áreas hay que obedecer a unas características determinadas por la ley, bajo la premisa de que su propósito superior es articular y participar en la planeación por la necesidad de la integración del territorio. La Federación Colombiana de Municipios es otra instancia a la cual se puede acudir.
Asignarles competencias claras y reales –como es ser autoridades en materia de transporte, gestores catastrales e incluso autoridades ambientales-, que les permitan tener capacidad institucional e interacción activa en el relacionamiento con la ciudadanía y las mismas administraciones municipales.
Contar con un verdadero acompañamiento de la ciudad núcleo en la asignación de recursos de manera voluntaria. Es decir, de enmarcarse en la solidaridad que permita el fortalecimiento de la entidad para llevar desarrollo a las jurisdicciones adscritas.
Una vez exista el Área Metropolitana, los alcaldes podrán participar y promover la generación de acuerdos metropolitanos, no para delimitar sus competencias y autonomía, sino para que actúen como instrumentos de promoción en la participación de la planeación de una ciudad-región y no de manera aislada.
Justamente, esto es lo que ha logrado construir el Área Metropolitana del Valle de Aburrá en más de 43 años de historia, en los que la urbe principal, Medellín –la capital de los antioqueños-, ha entendido que el avance de la región debe darse a la par con los municipios circunvecinos que la integran, garantizando mejores condiciones de vida para los habitantes; la competitividad, para mantener el crecimiento económico, e incluso permitiendo la sostenibilidad ambiental –que no tiene que ser ajena para los gobernantes de turno.
El Área Metropolitana del Valle de Aburrá ha sido responsable de la ejecución de grandes proyectos de infraestructura vial, educativas, de salud, espacios públicos, entre otros, en los 10 municipios que la componen. También ha proporcionado instrumentos de planificación, ha creado políticas públicas y ha materializado hechos metropolitanos, con inversiones cercanas a los cuatro billones de pesos en los últimos diez años. Todo, a través de la unificación y la gobernanza que se han convertido en un ejemplo a nivel nacional.
Y lo ha logrado bajo la solidaria Medellín, que ha entendido que cuando una de las zonas aledañas no tiene un colegio, los padres irán a buscar un cupo a la ciudad núcleo; que cuando no tiene un hospital, los enfermos acudirán a la red hospitalaria más grande, que cuando no se tiene un puente que una a los territorios y alivie las presiones de movilidad, pierden todos, porque se afecta la competitividad de las zonas urbanas, que son las que mayor desarrollo presentan..
Es de aclarar que las gobernaciones acompañan a las subregiones bajo la misma consonancia: percibir ingresos de los centros poblados e invertir recursos en los lugares menos solventes.
En el mundo existen muchas ideas de Áreas Metropolitanas. En Colombia contamos con una que es de talla internacional y modelo de estudio, que sirve de base para evidenciar el fortalecimiento institucional, al representar los más nobles intereses para la sociedad de lo que debe ser la gestión pública en la articulación y progreso del territorio.
Es hora de que en nuestro país se establezcan más esquemas asociativos con vocación de solidaridad que, además, ya tienen permitido acceder a los recursos del sistema general de regalías para apalancar megaproyectos que impactarán positivamente a la comunidad.